La tradición apostólica es el depósito de la fe transmitido de los apóstoles a sus sucesores, los obispos, y preservado a lo largo de los siglos en la vida y enseñanzas de la Iglesia. Esta tradición incluye tanto las enseñanzas escritas como las no escritas de los apóstoles, y es una fuente esencial de revelación divina junto con la Sagrada Escritura.
La propia Biblia atestigua la importancia de la tradición apostólica. San Pablo exhorta a los corintios a «mantenerse firmes y apegados a las tradiciones que les hemos enseñado, sea de palabra o por carta» (2 Tesalonicenses 2:15), y también habla de la importancia de transmitir lo que ha recibido: «Porque yo recibí del Señor lo que también os he transmitido» (1 Corintios 11:23).
El Catecismo de la Iglesia Católica también enfatiza la importancia de la tradición apostólica, afirmando que es «distinta de la Sagrada Escritura, aunque estrechamente unida a ella» (CIC 80). Además, explica que la tradición apostólica incluye la liturgia, el sistema sacramental de la Iglesia y las enseñanzas de los Padres y Doctores de la Iglesia, entre otros elementos (CIC 83).
Los Padres de la Iglesia también vieron la importancia de la tradición apostólica. San Ireneo de Lyon, escribiendo en el siglo II, enfatizó la importancia de la sucesión de los obispos y su adhesión a las enseñanzas de los apóstoles: «Porque es necesario que toda iglesia se ponga de acuerdo con esta Iglesia [de Roma], en virtud de su preeminencia… En este orden y por esta sucesión, nos ha llegado la tradición eclesiástica de los apóstoles y la predicación de la verdad» (Contra las herejías, 3:3:2). San Cirilo de Jerusalén también escribió sobre la importancia de las tradiciones no escritas de la Iglesia, diciendo: «La Iglesia tiene una tradición recibida de los padres, una tradición no escrita en libros sino en símbolos» (Catequesis, 5:12).
Los Doctores de la Iglesia también afirmaron la importancia de la tradición apostólica. San Juan Crisóstomo, por ejemplo, escribió que «la Iglesia de Dios ha recibido de los apóstoles y sus discípulos esta fe en un solo Dios» (Homilías sobre los Hechos de los Apóstoles, 1:1), y San Agustín habló de la importancia de la tradición de la Iglesia en la interpretación de la Escritura: «No creería en el evangelio si no fuera movido por la autoridad de la Iglesia Católica» (Contra la epístola de Mani, 5:6).
En conclusión, la tradición apostólica es el depósito de la fe transmitido desde los apóstoles a sus sucesores, los obispos, y preservado a través de los siglos en la vida y enseñanzas de la Iglesia. Esta tradición está respaldada por las Sagradas Escrituras, el Catecismo de la Iglesia Católica, los Padres de la Iglesia y los Doctores de la Iglesia, y es una fuente esencial de revelación divina junto con las Sagradas Escrituras.