La Iglesia Católica enseña que es apropiado venerar u honrar a los santos, pero no adorarlos. La veneración es una forma de respeto y honor que se le da a los santos, quienes son vistos como modelos de santidad e intercesores ante Dios. La adoración, por otro lado, está reservada solo para Dios.

El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que «los santos siempre han sido venerados como testigos excepcionales de la fe y modelos de vida cristiana» (CCC 956). Esta veneración incluye diversas formas de devoción, como pedir su intercesión, rezar a ellos, visitar sus reliquias y celebrar sus festividades.

La Biblia también apoya la veneración de los santos. En Hebreos 12:1, el autor anima a los fieles a rodearse de «una gran nube de testigos», refiriéndose a los santos que han precedido a la comunidad cristiana. El libro del Apocalipsis describe la adoración celestial de los santos a Dios y su intercesión por los fieles en la tierra (Apocalipsis 5:8, Apocalipsis 8:3-4).

Los Padres de la Iglesia, como san Agustín y san Jerónimo, también escribieron extensamente sobre la importancia de honrar a los santos. San Agustín dijo: «Honramos a los mártires con el mismo amor y comunión con que honramos a los santos hombres de Dios» (De moribus ecclesiae catholicae, 21). San Jerónimo escribió: «No los adoramos, no los adoramos, no sea que adoremos a la criatura en lugar del Creador; pero veneramos las reliquias de los mártires para adorar a Aquel cuyos mártires son» (Carta 109).

Los Doctores de la Iglesia, como Santo Tomás de Aquino y santa Teresa de Ávila, también afirmaron la importancia de venerar a los santos. Santo Tomás de Aquino escribió: «Debemos honrar a los santos como amigos de Dios e imitadores de Cristo» (Summa Theologica, III, q. 25, a. 12). Santa Teresa de Ávila escribió: «Tomé como abogado y señor al glorioso san José y me encomendé fervorosamente a él; y encontré que este mi padre y señor me libró de esta aflicción y también de otras y mayores aflicciones que me amenazaban con la pérdida de mi alma y mi honor» (Vida, Capítulo 6).

En conclusión, los católicos no adoran a los santos sino que los honran como modelos de virtud cristiana y buscan su intercesión ante Dios. Esta práctica está respaldada por la Sagrada Escritura, el Catecismo de la Iglesia Católica, los padres de la Iglesia, los doctores de la Iglesia y otras fuentes.

Comments are closed.